Este post pertenece a una serie escrita por Blanca Espigares Rooney, que consiste en cuentos de ficción, narrados por personajes históricos diferentes y basados en hechos reales y datos cientificos y probados, para mostrar diferentes facetas, épocas y perspectivas de Andalucía. Para saber más sobre esta serie, consultar aquí.
Anton van den Wyngaerde, de los Países Bajos, fue un apreciado y cotizado dibujante del siglo XVI, cuya especialidad era confeccionar «corografías» de las ciudades. Rebautizado en España con el nombre de Antonio de las Viñas, se dedicaba a dibujar las ciudades de tal manera que se pudiera apreciar su estructura y edificios más nobles, pero también conocer su contexto territorial y entorno productivo. Fue contratado por Felipe II para dibujar las ciudades más importantes de España, con la intención de, al parecer, conformar un atlas.
Nota de la Autora: Wyngaerde nos va a describir hoy cómo funcionaban las almadrabas en el siglo XVI. Era la llamada de tiro. El arte de las almadrabas ha ido cambiando a lo largo de los siglos y actualmente se hace de otra manera mucho menos salvaje y para que los atunes no sufran, siendo una de las formas de pesca más sostenibles que existen y estando reconocida como patrimonio cultural inmaterial. Las almadrabas no solamente han sido un tipo de pesca, han forjado una sociedad, han conformado pueblos y asentamientos completos, y hay toda una cultura y paisanaje que desde hace más de tres mil años, han cincelado la idiosincrasia y el paisaje de esta zona de costa atlántica en España.
Diario de Anton van den Wyngaerde. 20 de marzo de 1567.
No he comprendido hasta hoy por qué cuando recibí el encargo de dibujar ciudades y pueblos de España para su majestad Felipe II, me señalaron con mucha vehemencia que daba igual lo que sucediera, tenía que venir en marzo aquí, a una playa.
¿Una playa? No entendí nada. Y sobre todo me anotaron e insistieron hasta la saciedad, que reflejara y dibujara con buen detalle las «al-ma-dra-bas», almadrabas, un nombre extraño que me resulta hasta difícil de pronunciar. La verdad es que me pareció una extravagancia absoluta. Una playa, sin ninguna ciudad, dibujarla para sacar a gente pescando. No entendía qué interés podía tener el rey en sacar algo así.
Y hoy lo he comprendido a la perfección. Es imposible describir la espectacularidad de lo que estamos viviendo aquí. De hecho no sé si es más impresionante lo que está sucediendo en la orilla con los pescadores, los barcos, la lucha con los atunes, o lo que estoy viviendo en tierra, entre trabajadores despiezando y colgando atunes, y los cantos, la música y la fiesta que tiene montado el Duque de Medina Sidonia paralelamente.
Dos mil personas en un trasiego demencial que es imposible de entender si no partimos del conocimiento de lo que significa un atún.
La almadraba, una técnica milenaria de pesca
Parece ser que desde la Conquista de estas tierras a los musulmanes, la pesca del atún corresponde en exclusiva a este ducado. Y del atún se aprovecha todo. Es de los pescados más rentables. Me han contado que en invierno los atunes están en el mar del norte, en aguas frías, comiendo y cogiendo fuerza.
Y que cuando llega la primavera, en el momento que acumulan más grasa, bajan hacia el Mediterráneo, porque al fondo en aguas más cálidas, es donde desovan de manera más segura. Aquí, en el estrecho de Gibraltar, la entrada al Mediterráneo, les esperan las orcas, ávidas de atunes. Por eso los túnidos se pegan mucho a la orilla antes de pasar el estrecho, para tratar de burlarlas, pero claro, al acercarse es el momento que son atrapados y se les pesca.
Hablamos de peces que son como toros, que pueden alcanzar los 500 kilos de peso. Verdaderas bestias que nadan muy deprisa y lo que se hace literalmente es cortarles el paso con redes y hombres. Imaginad cómo es.
Me han dicho que la palabra esta rara de “almadraba”, significa “sitio donde se golpea o lucha”. Es justo eso. No doy crédito a lo que veo. Y eso es lo que estoy dibujando. Cómo se organizan, cómo se preparan y cómo es el golpe final contra el grupo de peces gigantes. Me cuentan que este sistema de pesca viene desde los fenicios. Voy a tratar de explicar el fenomenal espectáculo al que estoy asistiendo, porque podría clasificarse de sobrehumano.
Durante mi estancia los cabildos de cada zona tienen ordenado asignarme una persona de confianza que me ayude con las gentes del lugar y además para ir diciéndome mientras dibujo cómo se llaman las colinas, los edificios o zonas singulares que vamos viendo. Nunca pensé que mi asistente aquí sería el mismísimo VII Duque de Medina Sidonia, Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno.
Parece que en su familia es tradición venir siempre a ver el inicio del trabajo de las almadrabas y es habitual que los hijos jovenes y fuertes, trabajen con los pescadores para curtirse. Y vive Dios que el actual duque de Medina Sidonia está curtido. Este hombre tan pronto está cantando y viendo bailar, como oye que avistan atunes y se va a la orilla a ayudar a sus hombres a cogerlos y se lanza como otro más contra esas bestias. No en vano lo llaman el Dios de los atunes.
Barcos, redes y dos mil hombres, la almadraba de tiro
No es fácil comprender el funcionamiento de una almadraba. Pero si se puede resumir diría que es como rodear un banco de atunes con redes, y en ese cerco que queda, santiguarse y tirarse con bravura entre estos bichos de 500 kilos para pillarlos por la cabeza con el cuchillo curvo que llevan (cloque) y arrastrarlos a la orilla.
Hay seis barcas en el mar, unidas con redes de manera que forman un arco. Siempre hay una serie de atalayas por la costa que van viendo venir a los atunes y se avisan con señales unas a otras. Y con banderas, desde estas torres, se les da instrucciones a los barcos y a los grupos de pescadores, para que estén preparados de por dónde van los atunes y qué deben de hacer para cercarlos.
El choque es brutal. Los atunes, enorme y raudos, chocan contra las redes, e intentar seguir golpeándolas o las intentan saltar. Para evitarlo, les tiran piedras mientras otra barca que viene desde tierra, los encierra con otra red muy gruesa, la jábega, de la que tiran por sus dos cabos en la orilla, más de doscientos hombres.
De esta forma se traen los atunes a la playa y a medida que van acercándose, y con el agua llegándoles por encima de la cintura, saltan los cloqueros (los que llevan los cuchillos curvos) que atraviesan la cabeza del atún y mientras se retuerce, lo arrastran a la playa. La fuerza de los cloqueros es descomunal.
Es sobrehumano, son como veinticinco Hércules sobresaliendo en el mar en batalla con los atunes. Atunes saltando, sangre, hombres de fuerza inimaginable luchando contra ellos, y el agua enardecida. Ese es el cuadro que me gustaría pintar y regalarle al rey para que conozca bien la hazaña a la que se enfrentan estos hombres cada año.
En la costa la fuerza bruta continúa con los jabegueros que tienen que mantener la cerca estable pese a la fuerza de los atunes tirando y tratando de arrastrarla mar adentro. Doscientos hombres tirando. Tengo la sensación de estar viviendo una hazaña mitológica más quela realidad.
Los atunes pillados por los cloqueros, son sacados del mar por carros de bueyes. Se van acumulando en la orilla para ser troceados, algunas partes puestas a la sombra, y otras se envasan en toneles para viajar.
Me cuenta orgulloso el duque que hace de cloquero (con diecisiete años le sobra fuerza y ganas desde luego), y que no hay mayor intensidad en la vida que luchar cuerpo a cuerpo con animales de este tipo. Pero también me cuenta la riqueza que proporciona el atún.
Llevan unos años que se llegan a pescar hasta 100.000 atunes entre la almadraba de Conil y esta de Zahara. Yo sigo aquí dibujando, en lo alto del castillo de Zahara, perfectamente acondicionado para el duque y sus invitados. Estoy presenciando lo que es seguro una de las cosas más impresionantes que pueda llegar a ver en mi vida.