Boabdil, Muhammad XII, fue el último gobernante del Emirato de Granada. Este reino fue el último musulmán después de casi 800 años de dominación, hasta que fue conquistada por los Reyes Católicos en 1492. La mayoría de las canciones y leyendas le tratan como un cobarde porque capituló, pero en las crónicas de su tiempo, sus propios enemigos lo trataron con muchísimo respeto, describiéndolo como valiente, inteligente, responsable y un orgullo para su raza.
Son tiempos difíciles. Me siento en el trono de mi padre, depuesto con una estrategia urdida por mi propia madre. Como Emir, quiero arreglar todos los errores que cometió y restaurar la confianza entre el reino de Granada y Castilla.
Quiero emular la grandeza de nuestro fundador y querido primer sultán nazarí del Emirato de Granada, Muhámmad ibn Yúsuf ibn Nasr, conocido como al-Ahmar (el rojo, el bermejo). Tuvo el honor de llevar como título al-Galib bi·I·Lah (el victorioso por la Gracia de Dios). Él se las arregló para unificar lo que quedaba de al-Andalus, pactar con los castellanos y ayudarles a conquistar Sevilla, y se convirtió en un soberano muy respetado entre los reinos de España.
Los cronistas de la época lo describían como un prodigio de Dios: modesto, un guerrero valiente, un héroe y muy trabajador, que detestaba la vida ociosa y la presunción. Tuvo una vida austera, remendaba sus sandalias y vestía con ropajes muy sencillos. Nació en una zona de frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes, en una familia dedicada a la agricultura y, cómo no podía ser de otra forma en un área así, en la defensa de la siempre peligrosa, y continuamente cambiante, frontera.
Veneraba los viernes, no sólo por ser el día sagrado, sino porque conquistó Jaén y Granada ese mismo día. Así que cada viernes lo dedicaba a distribuir la limosna y celebraba con mucho celo la santa jornada. Se cuenta que cuando conquistó Granada y entró en la ciudad en 1236, la muchedumbre le aclamaba llamándolo victorioso y él comenzó a contestar “no hay más vencedor que Dios”, (Wa-la ghaliba illa Allah), y de esta forma se convirtió en el lema nazarí (1).
Poco después decidió construir la ciudad fortificada de la Alhambra: trayendo agua a esta alta colina y levantando uno de los espacios más emblemáticos que nunca existirán. La Gran Paz con Castilla le dio al Reino de Granada tiempo para desarrollarse y prosperar, llegando a ser un centro artístico y científico que envidiaban los demás reinos. Él hizo posible toda esta belleza. Pero esa época de grandeza es cosa del pasado.
Durante los últimos 80 años el Emirato de Granada ha estado sumido en un caos continuo (2). La mayoría de los sultanes durante este tiempo han sido débiles y perezosos: han perdido su honorable sangre nazarí. La inspiración debía haber sido siempre nuestro fundador, al-Ahmar: su fuerza y coraje, su austeridad y determinación.
El linaje se ha transformado hasta hacer reyes débiles, más concentrados en sus rencillas personales que en el reino. Desde al Gani-billah (Muhammad V), todo ha sido decadencia. Es como si estuviéramos copiando los excesos y errores de los Omeyas de Córdoba.
Sé que algunos imanes comentan que este infortunio es una maldición. Dicen que Dios ha abandonado al-Andalus porque los musulmanes aquí hemos sigo negligentes en nuestras obligaciones con Él. El Califato Omeya fue el inicio. Quizás sea la idea de ciudades independientes para la familia real lo que termina por cambiar la sangre noble a pura avaricia y egoísmo (3). Mi propio abuelo (Abu Nasr Saad) fue declarado rey al mismo tiempo que su tío, Muhammad IX. Este último peleaba desde el este del reino, mi abuelo desde el oeste. Desde ellos, todo han sido intrigas, traiciones y confrontaciones entre facciones de la misma familia. ¿Quien lo hubiera imaginado? Al-Ahmar se avergonzaría de todos nosotros, viendo desde el paraíso cómo peleamos los unos con los otros, padres, hijos, madres, primos. Toda la familia.
Creó la más increíble ciudadela para nuestra familia nazarí y la estamos destruyendo. Me siento en esta impresionante sala que fue construida por Yusuf I, y es doloroso lo que veo. Ha sido casi un siglo de guerras internas, y nadie ha estado cuidando de nuestra joya. Este Salón de Embajadores está decrépito, con grietas después del terremoto de 1431 que no han sido reparadas. Con la mayoría de sus tapices y las alfombras con jirones, los colores desapareciendo y su magnífico techo que fue construido para ser una de las maravillas del mundo, en ruinas. ¿Y quién va a hacer ninguno de estos trabajos si las fábricas y los trabajadores de la Alhambra trabajan día y noche haciendo armas que necesitamos para combatir entre nosotros y también con los cristianos?
Nos hemos arruinado a nosotros mismos. Tuvimos una época de grandeza y conocimiento, con alianzas perfectas con Castilla. Así consiguió Muhammad V construir el que es uno de los lugares más impresionantes que nadie pueda ver en su vida: al-Riyad al-Sa’id, el jardín de la felicidad (Palacio de los Leones). Y los continuos golpes de estado y lo absurdo de retar a los que fueron, años atrás, nuestros mejores aliados, ha traído toda esta locura (4). Y aquí estoy, bajo este techo que representa los siete cielos y la sabiduría, sintiéndome perdido y sin opciones.
Necesito prepararme para dos guerras: una contra mi padre y otra contra Castilla. Tiempos difíciles por delante. Y me pregunto qué hubiera hecho mi venerado al-Ahmar en mi caso.
(1) “Omnipresente tanto en el diseño típico cursivo y en varios cúficos y mixtos, y también formando caligramas, el lema nazarí domina la Alhambra visual, espacial y semánticamente. El origen de la expresión […] no es coránico, y de acuerdo a fuentes andalusíes (Ibn Abi Zar’), fue estampado en el banderín blanco y blandido por el tercer califa almohade en la Batalla de Alarcos. […] El hecho de que Muhammad I tomara este lema que levantó victorioso el califa almohade en Alarcos (1195), y además el mismo año en el que nacía él, primer monarca nazarí, muestra su deseo de conectar su gobierno con el del extinguido imperio almohade.» Traducción de la autora de pg. 19, Reading the Alhambra, Jose Miguel Puerta Vílchez.
(2) Los textos escritos por al-Maqqarí especifican que el infortunio nazarí era fruto de » la discrepancia entre sus arraeces y sus ricos hombres, entre sus adelantados y sus cadíes, entre sus príncipes y sus visires, porque cada cual anhelaba para sí la primacía, arrimando el ascua a su sardina, mientras que los cristianos se abatían sobre ellos con deslealtad, con engaño y trapacería, … hasta que les ha sido posible hacerse dueños del país». Extracto de «La relación histórica sobre las postrimerías del Reino de Granada según Ahmad al-Maqqari (siglo XVII)», en C. del Moral (ed.), En el epílogo del islam andalusí. La Granada del siglo XV, Granada, 2002, pp. 481-554.
(3) Tenemos que recordar que fue durante el Califato de Abderrahman III que se construyó Madinat al-Zahra a las afueras de Córdoba, otra ciudad para la realeza como la Alhambra.
(4) Algunos de los diferentes emires durante el siglo XV, se enfrentaron al Reino de Castilla, rehusando a `pagar sus tributos y provocando que los cristianos avanzaran hacia el sur.