Vivimos inmersos en lo que se ha venido a llamar “cultura de la inmediatez”, buscamos que todo tenga resultados rápidos, nada puede esperar y la paciencia por un beneficio a medio o largo plazo es inaceptable. Queremos una satisfacción instantánea. Vivimos pegados al móvil, esperamos respuestas inmediatas a un e-mail en fin de semana, a un whatsapp a las 3 de la mañana. Como contrapunto surgen movimientos que inciden en la necesidad de tiempos para la contemplación, para el disfrute, para las emociones. Es el movimiento slow, una corriente que reivindica tomar control del tiempo dando prioridad a las actividades que permiten el desarrollo personal. No rechaza el uso de las tecnologías orientadas para ahorrar tiempo, sino que anima a tomar el tiempo necesario para cada cosa de modo que puedan ser disfrutadas. En contra de lo que su nombre indica, el movimiento slow defiende la actividad, no la pasividad, abogando por ser selectivos y conscientes de en qué invertimos nuestro tiempo. El culto a la velocidad se está convirtiendo en un estándar social y sin darnos cuenta, incluso el ocio lo sometemos al estrés de la velocidad.
De aquellos viajes iniciáticos que los bohemios del siglo XIX realizaban para sumergirse en los lugares que visitaban como parte de su proceso de educación y aprendizaje, ahora en muchos casos se viaja por viajar, porque lo importante es acumular viajes como sellos en el pasaporte. Estancias breves y fugaces en las que se recorren las ciudades deprisa, visitando los rincones que nos indique el listado de “monumentos más visitados”, sin inmersión posible en el contexto.
El movimiento slow tourism o slow travel (turismo lento o viaje lento) propone viajar con tranquilidad, sin estrés, saboreando el destino elegido «con espíritu de observación, inquietud hacia el conocimiento y capacidad de asombro» (M. Bozzer). No es una app ni una agencia de viajes, es una actitud ante el viaje cuya principal característica es tener ganas de aprender, utilizarlo como modo de aprendizaje, al estilo de los bohemios del siglo XIX. Masquetours se basa en este concepto para la realización de rutas y visitas guiadas, buscando la autenticidad y una forma nueva de acercarse al patrimonio, a la historia y a la ciudad de Granada y de la Alhambra. No son visitas cronometradas, ni una sucesión de datos, sino una exposición reflexiva de una persona que ha nacido en Granada, y además por su profesión y trabajo de investigación, la ha estudiado a fondo, llegando hasta a ser objeto de su tesis. Masquetours es una respuesta a la banalización que la cultura de la inmediatez ha producido en el arte de viajar, ofreciendo una cadena de emociones que desemboquen en una experiencia de conocimiento del lugar. Y tú, ¿cómo viajas?